martes, 29 de julio de 2014

He aquí lo que sucede

He aquí lo que sucede:
es el once de octubre en la mañana,
1951, en México.
Frío y sol, pero frío
en viento, agudo, alegre. Frío
por todas partes.
En un tercer piso de la calle Cuba
vivimos varias gentes
de las que el más importante, ahora, soy yo.
Yo soy.
Yo estoy tirado en mi cama
y yo escribo esto.
Yo escucho en el piano del radio
un anuncio de Beethoven.
Yo tomo un café y escucho
también motocicletas y camiones
y martillos y gentes.
Yo estoy alegre.
Supe, hace rato, que estaba alegre
porque me puse a cantar
y a decirle al locutor que era un tonto
y a la vida que era estupenda.
Me alegraron unos cieguitos del piso de abajo
que tenían una guitarra y cantaban.
Me alegró una morena preñada que barría y cantaba.
Me alegró doña Lucita asoleándose.
Me alegraron los que andaban en la calle
temblando de frío, y me alegró una muchacha
en un balcón de enfrente coqueteando y temblando.
Yo pienso muchas cosas y recuerdo y asocio.
El frío me ha hecho místico y alegre.
Quizás el sol en el frío.
Quiero hablar del frío:
El frío es bueno para tomar café,
para acostarse,
para hacer el amor,
para que nos digan "tienes las manos frías",
para fumar y para no salir del cuarto.
Para todo lo demás es malo el frío.
Yo estoy alegre y soy bueno
y me perdono y los perdono a ustedes,
y me río de ser tan padre ahora.
Yo saldría a la calle a abrazar a todos
si no hiciera tanto frío.
Les diría: "Hijos míos, padres míos,
no sean tontos, no vayan a ninguna parte,
no se preocupen. Hace frío.
¿Qué tienen ustedes sino este frío?

¡Salud por los que están tomando el sol o una copa
para calentarse!
¡Por los alegres y los que quieren estar alegres!
¡Yo saludo a los becerros prendidos de las ubres,
a los pájaros que no salen del nido,
a las mujeres que se están entregando,
a los sabios, a los combatientes del frío!
Yo no quiero ofrecerles un poema,
yo quiero darles un vaso de leche caliente

 a cada uno.

Jaime Sabines