miércoles, 26 de febrero de 2014

Amargo por miel

"El sueño de un sol y de un mar
y una vida peligrosa, cambiando lo amargo por miel
y la gris ciudad por rosas." 

Charly García




martes, 25 de febrero de 2014

Julie Maroh dixit




"El amor es algo demasiado abstracto e indefinido. Depende de lo que nosotros percibimos y vivimos. No existiría si no existiéramos. Y somos muy volubles. Así que el amor también puede serlo. El amor se consume, nos desfallece, se rompe, nos rompe, se revive. El amor no puede ser eterno, pero nos hace eternos."

Julie Maroh 
Autora del comic The blue is warmest color






domingo, 23 de febrero de 2014

Letra sin música


                                                      Se empecina el frío en la ciudad
                                                      la noche le pasa el trapo al sol
                                                      y hace cuatro copas que sabés
                                                      que ya no vá a volver
                                                      y estás brindando sola
                                                      en la mesa de siempre
                                                      y los mozos se apiadan de vos
                                                      que hace tanto tiempo que corrés
                                                      que te olvidás
                                                      de lo que estabas escapando

                                                      de Iván Noble


Yo buscaré
en mis recuerdos otra vez
tus ojos primero
mis noches de enero
viajaré aprendiendo a seguir ...
quiero recordarte así.

de Tan biónica




Vuelve a casa mi amor y trae las sabanitas de flores verdes
verás como te curo el dolor tan fácilmente
aunque el tiempo demore un poco más
en zurcir los retazos.
Vuelve a casa mi amor y trae esa ramita de cedrón
verás como te curo el dolor tan dulcemente
aunque el tiempo demore un poco más en abrir las flores.

de Ana Prada

miércoles, 19 de febrero de 2014

Intemperie

No sé si lo sabías pero cuando te vi parada en la esquina de Córdoba y Gascón se me alteró de golpe la composición del cuerpo. Estabas con tres amigos y tenías una botella de cerveza chica en la mano, yo llegué y me paré a la izquierda de la entrada de Dasein, hasta que te acercaste a la puerta y entré al lugar mirándote de refilón. Cuando las organizadoras del evento me pasaron los más de sesenta textos para hacer una selección me hipnotizaron los tuyos. Eran dos, uno hablaba de perros y el otro de una moto, de líneas que fugaban por acción de lo veloz y de galgos desamparados. Estaban escritos con la ausencia de estridencia y con la frescura de una persona que imaginé bella. Te busqué en la red social, vi tu foto de perfil sentada en el pasto y mirando para abajo y confirmé que eras hermosa. Y te pedí amistad.
No sé si lo sabías, pero cuando subiste al lugar montada en esos borceguíes negros por esa escalera de madera oscura y crujiente y abandonaste el frío inesperado de la calle, inapropiado para ese sábado 21 de septiembre, una hora después de subir yo, y nos presentaron y quedamos a cuarenta centímetros una de la otra, te hablé y sentí mi voz disolverse como una barra de cera en el fuego, expandirse las pupilas de mis ojos como algas en el agua, y mientras me reacomodaba en la incomodidad de hablarle en la cara a alguien que me gustaba mucho, nos empezamos a sonreír bajando la bandera de largada a una coreografía visual que no paró de integrar escenas durante toda la noche. Hablamos de tus poemas, de cómo quedó colgada la muestra, en el medio te presentaron a otras personas y a mí me regalaron un libro de Scott Fitzgerald, El precio era alto. Me compraste una coca y cuando te la quise pagar me dijiste que te la salde invitándote más tarde una cerveza.
No sé si lo sabías, pero cuando se estaba haciendo tarde y la fiesta se estaba terminando y la banda de chicas que tocaban ukeleles había dejado de tocar, y yo había hablado con algunas amigas de que te iba a encarar y salí al patio para ir al baño y tomar el aire fresco necesario para devolverte la cortesía de la coca con una cerveza y con una invitación a que gustes de mí, nos cruzamos de nuevo y la cerveza me la pediste vos. Te dije: “Ahora vuelvo, esperame”, fui a comprar la cerveza de litro de la única marca que quedaba y me dieron el envase con dos vasos gigantes de plástico transparente. Entré y esta vez nos hablamos a veinte centímetros, y te dije mirando primero la camisa escocesa de friza que tenías puesta y después tus ojos: “Me gustás”; entonces vos me preguntaste: “¿Sí?, ¿y qué hacemos con eso?”; yo te respondí “todo” con los ojos, y dos horas y media después de pasarte mi dirección por celular, de terminar de jugar al ping pong y vos bailar electrónica en un boliche del microcentro, nos mensajeamos y nos tomamos cada una un taxi, nos encontramos en mi casa, nos besamos, hicimos el amor, escuchamos Victorialand de Cocteau Twins dos veces, y a la mañana siguiente te preparé el desayuno con mate dulce y pan de salvado doble con manteca que comimos en la barra, mientras tus gestos buscaban argumentos para no enamorarte.
No sé si lo sabías pero hace casi cinco meses que el amor nos transformó y que siento que el mundo tiene arreglo. Que abro los ojos pensando en vos y que hace dos sábados te compré un regalo porque te extrañaba demasiado. Que todos los regalos que te hice intentan ser la narración en forma de objetos de nuestra historia de amor. Que ir al cine y agarrarnos de la mano por primera vez en la oscuridad me hizo sentir arriba de un auto que vuela. Que me gustas más que todas las endorfinas que produce mi cuerpo. Que nuestra relación tiene vocación de recuerdo inolvidable. Que no cumplís con mi tipo porque lo vivís rebasando. Que nunca vi unos ojos como los tuyos. Que no tenía ganas de hablar de amor hasta que te conocí.
Pero no sé si sabías que no vengo con la marca de un lunar de nacimiento, sino con la de una abolladura. Que me gustan las películas de guerra porque los soldados hablan corto e importante porque saben que pueden morir en cualquier momento. Que las películas de amor suelen ocultar que a veces en la vida te bombardean con napalm. Que no sé soportar la dependencia y aprendí con pericia a tenerme a mí misma. Que mis brazos y mis piernas son todo lo que tengo, y todo lo que tengo cabe en ellos, y que mi boca es filosa como un cuchillo de cerámica y que a veces me preguntó qué estará cortando. Que mi brújula existencial está descalibrada. Que no dejo que nadie me suba la bicicleta por la escalera y que no pido ayuda aunque sé recibirla. Que me gusta la soledad como me gusta el whisky y la música country. Que no me da miedo mirar la forma que adquiere un precipicio y que el perdón más importante es el que se da uno a sí mismo. Que Poxi, mi perra, es mi compañera, que me imagino con ella hasta en un paisaje apocalíptico como el de La carretera. Que es poco lo que tengo porque todo es transitorio y que mi corazón pesa mucho como para sumar objetos. Y que tengo la fuerza de las plantas de los pies de un atleta africano. Que me encanta estar con vos y también jugar al fútbol con mis amigas, leer libros de madrugada antes de caer rendida y cocinarme una comida rica y sentarme en silencio para comerla. Y que el nuestro es un paréntesis que podría no haber sido.
El amor es un relato que nos deja a la intemperie, a estar expuestas al destino de fracasar, porque el amor, a pesar de estar hecho de la materia del deseo, está libre de él y hace lo que quiere con nosotras. Porque sabemos bien que a pesar de San Valentín y su ejército voluntario de corazones biempensantes, de corazones con relleno Bon o Bon, todo amor es un amor ya perdido, todo amor es un amor que se ejercita en la angostura de una cornisa sobre un paisaje vacío de 360 grados. Porque si bien alguien dijo que amar es vivir en la temperatura de la eternidad, sabemos que el amor es aquello que no puede detenerse para evitar que se pierda. Por eso no me ofrezco en carne viva ni me ofrezco desollada, me ofrezco reafirmando mis potencias y sabiendo que soy por mí misma narrada. Porque podemos dejar de amarnos pero no podemos dejar de narrar ni de narrarnos.
El lunes me dejaste y la vida sigue, y las cosas no “pasan”, se acumulan todas. Y a ellas y a todo sobrevivimos. Porque todo lo que nace separado muere de la misma forma. Y voy a llorar por eso un rato, pero después me voy a parar como un ternero recién nacido y voy a continuar mi camino.
Por Silvina Giaganti

La última vez

¿Cuándo fue la última vez que te preguntaste? No buscando una respuesta ni encontrando una certeza, sino la última vez que te escapaste de lo cotidiano y te detuviste. No por cansancio ni por desidia, sino porque sí. ¿Cuándo fue la última vez que te detuviste y dejaste que todo a tu alrededor flotara? Como quien se anima a desconectar las cosas, a quitarles su carácter de utilidad, a sacarlas de la lógica del cálculo. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo que no sirviera para nada? Para nada ni para nadie, ya que las servidumbres se presentan de formas muy misteriosas. Algo que no fuese pensado desde la ganancia, el interés o el egoísmo. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo porque sí? No porque te convenía o porque lo necesitabas, o incluso porque lo querías; sino porque sí. O al revés: ¿cuándo fue la última vez que la casualidad hizo con vos algo? No algo productivo, ni profundo, ni siquiera algo en sentido estricto. ¿Cuándo fue la última vez que le diste un abrazo a alguien? No a tus seres queridos ni a personas conocidas, sino a “alguien”, no importa a quien. ¿Cuándo fue la última vez que diste? No importa qué. Un regalo no vale por lo que es, sino que vale en tanto regalo. Un regalo no vale. Un regalo no es. Se da y no vuelve. ¿Cuándo fue la última vez que te abriste? ¿O que no te cerraste? ¿O que demoliste tus puertas? ¿O que dejaste entrar al indigente? ¿O que ese otro irrumpió en vos y te llevó puesto? ¿Cuándo fue la última vez que recordaste? No cuando vence la factura de gas o la fecha del examen, sino que te recordaste como una trama, como una huella, como parte del relato en el que te ves inmerso, como el deseo de querer seguir narrándote. ¿Cuándo fue la última vez que lloraste? Simplemente lloraste. De alegría, de tristeza, da igual. Llorar, como quien expresa en ese acto primitivo la existencia viva; como quien solicita, pide, ruega, pero no reclama, ni exige, ni cree merecer.¿Cuándo fue la última vez que te perdiste? No en esta calle o en este trabajo o con este proyecto compartido. Perderse, dejándose llevar por ese acontecimiento imprevisible, dejándolo ser. El mundo está repleto de carteles y señales. El mundo está lleno de héroes que te proponen un formato industrial del ser uno mismo y una carrera exitosa basada en el afianzamiento de lo que sos. No importa qué sos, sino abroquelarte en lo tuyo, o en los tuyos, y sobre todo erigir los muros que hacen del otro y de lo otro algo invisible. Por eso perderse, como quien pasea sin rumbo, o habla con una tortuga, o le pide perdón a un helado por comérselo. Como quien se baja del colectivo para caminar por esas calles extrañas, como quien encuentra una mirada que lo devuelve para adentro y cae en el abismo. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste miedo? No por lo que te pudiera pasar, sino por pensar que tal vez nunca no te pasara nada. ¿Cuándo fue la última vez que preferiste la nada al ser, un olor a un concepto, un insomnio a un ansiolítico, un árbol viejo a un ascensor? ¿Cuándo fue la última vez que te traicionaste, que te animaste, que transgrediste, que te lanzaste, que tuviste un sueño, que creíste, que descreíste, que te arrepentiste, que te afirmaste, que te cuestionaste, que soltaste lo propio y te abriste a la pregunta? ¿Cuándo fue la última vez que te preguntaste? POR DARIO SZTAJNSZRAJBER 

jueves, 13 de febrero de 2014

Tiranìa del Desborde



Hay espacios apropiados para lo que no sucede,
hay cuerpos que se asfixian porque no llega el abrazo,
hay madera , hay señales, hay soles que nadie alcanzará.
Y aunque todos los pájaros canten a la vez,
y aunque todas las bocas se derramen en el agua,
algunas pocas cosas tienen su momento.
Un ejército de huecos ametralla lo invencible.

Sebastián Olaso
Poeta Nicoleño



Catálogo de Errores

Para llegar hasta el miedo es necesario hacer un largo viaje. Es necesario salir del mundo para no entrar en ninguna casa, en ningún jardín, en ninguna nube. Es necesario hacer las valijas, clausurar los relojes, cambiar el equilibrio. Todos los caminos que llevan hacia el miedo están plagados de ratas, de pozos, de piedras y de noche. Todos los imanes, todos los zapatos que roban la distancia entre la música y el miedo se resisten, hacen temblar los polos, los cordones, la piel y la madera de la piel, los huesos y la madera de los huesos. La carne y la maleza de la sangre. Para llegar hasta el miedo es necesario abrazarse a la caída, a las balas, a la métrica de un verso que no sabe qué decir. A la métrica de un corazón que late sin ofrendas. A la métrica de un pentagrama sin red. Y no basta con un paso, no basta con un pasaje, con un paisaje, con un país, con un puerto. Es necesario que todas las gotas estén deshabitadas, que todas las células se enfrenten con el sueño, repudien el sueño, desalojen el sueño. No basta con cerrar los ojos: la ceguera sin revés es necesaria. El minuto sin marea es necesario. El mareo sin vaivén, el golpe que atraviesa la mano. Para llegar hasta el miedo es necesario dejar que la traición, el olvido y la miseria echen raíces. No hay excusas para el miedo. Lo hemos elegido. Nos hemos entregado.
Sebastián Olaso

miércoles, 12 de febrero de 2014

martes, 11 de febrero de 2014

lunes, 10 de febrero de 2014