martes, 22 de marzo de 2016

Carta a Doris Dana

"Yo sé bien que nadie, ninguna persona en éste mundo, puede saber qué cosa es nuestra vida sino (excepto) nosotros mismos.
La bella vida nuestra es tan imperceptible, tan delicada, por llena de imponderables, que casi no es posible verla. Es posible solamente vivirla, gracias a Dios.
Yo vivo en una especie de sueño, acordándome de todas las gracias que me has hecho.
Y lo que vivo es una vida nueva, una vida que yo siempre he buscado y nunca hallé. Es una cosa ella sacra y concentrada.
La vida sin ti es una cosa sin sangre, sin razón alguna. Tú eres [mi casa] ,mi hogar, tú misma. En ti está mi centro.
(Y el solo quererte me purifica). Ella es el abandono, la confianza completa.
Yo sé que tú eres fiel como una piedra.
Mi memoria es ahora un mundo, se vuelve un Universo vasto y completo. Y a la vez incompleto, porque ha crecido tanto aunque parecería que no pudiese crecer más.
Ay, amor grave y tan dulce, tan sin peso a la vez. ¡Alegría mía!"
G. Mistral

[Este texto corresponde a un documento muy apreciado por Doris Dana, quien lo mantuvo hasta el fin de sus días en una caja fuerte].

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